jueves, 5 de febrero de 2009

REFLEXIONES DE UNA MAESTRA (2)

Parte 2

De alguna manera Guattari señala cómo esos aspectos , ocultos mediante diversos sistemas de información, políticos, económicos, etc., por agenciamientos de lo que él denomina Capitalismo Mundial Integrado, han sido potencializados para ponerlos al servicio de la reproducción ciega del capital.

Esa agresividad, ese permanente deseo de asomarse al abismo, de poder, de destrucción, que de alguna manera nos constituyen; al ser alejada de la conciencia, de la posibilidad de ser pensada, analizada, elaborada en la experiencia cotidiana, se traslada a la lógica del mercado en dos sentidos. Por un lado, se opera una transposición de lugares al poner en ella los elementos pulsionales que corresponde al mundo interno del sujeto, de esta manera se pierde el poder sobre ellos en tanto se viven como elementos externos, son percibidos como aspectos sobre los cuales no se tiene poder y frente a lo cual no es posible nada más allá de una resignada aceptación.

De otro lado, la lógica del mercado se instala en el deseo, exasperándolo en grado sumo y de manera fragmentada, en tanto se reconocen solamente la dimensión de la satisfacción sin límites, algo así como un eterno estado de búsqueda de placer que nunca puede ser finalmente satisfecho pero que el mercado promete satisfacer mediante el consumo.

Así, los procesos de subjetivación y singularización se realizan en el marco casi exclusivo del mercado de capital, en el que toda valoración solo es posible en términos de productividad, aplastando toda “disidencia” al alinearla desde este único criterio.

Guattari propone tres ordenes en los que es posible la recomposición de las fuerzas de los procesos de subjetivación: la ecología mental, la ecología social y la medioambiental, de manera que sea posible la descontaminación, no como un volver a lo anterior sino como un repensar los ordenes de la existencia en el marco de las nuevas realidades mediadas ahora de manera predominante por la técnica.

Si como he dicho atrás, la función del maestro es crear condiciones para la apropiación del individuo de los elementos internos y externos de manera articulada, nuestra práctica apunta entonces a la promoción de esas subjetividades que señala Guattari. Ahora, cabe preguntarse ¿Qué tipo de subjetividades estamos promoviendo desde nuestro quehacer? Esto me ha parecido bastante perturbador, pues creo que muy fácilmente, y lo peor sin darnos cuenta, podemos estar al servicio de la promoción de subjetividades para el mercado.

Desde esta perspectiva, te confieso amigo mío, que siento que todos estamos bajo sospecha en esta institución llamada universidad. Cuando pienso por ejemplo en los modelos de relación que entablamos con el saber, con las prácticas y con las personas me asalta la duda en torno a cómo nuestra cotidianidad está atravesada por esa lógica, en donde lo que se entenderá por saber está determinado instrumentalmente y reducido de manera exclusiva a la productividad, donde las prácticas se conciben desde el deseo ciego y aislado de posesión y dominio y donde el otro es mi rival, aquel que está para competir, para someter, para aplastar o sencillamente como un referente para medir mi grandiosidad.

Al analizar desde mi propia experiencia, no me queda duda de que los problemas que proponemos, (aunque en realidad en este momento no hemos afinado el paso de tema a problema), las metodologías que implementamos y en general los modelos de relación que desarrollamos en los diferentes ámbitos de la universidad, están lejos de articularse en una actitud ecosófica como la que propone Guattari: inteligencia de la acción humana que involucra a todos los seres.

Pensarás, mi suspicaz amigo, que he llegado al fatalismo, al “nada vale”, pues bien quiero que sepas que tengo en alta estima aspectos del trabajo que hemos venido desarrollando, siento que hay una intención de orientar el pensamiento y la acción hacia esa actitud ecosófica articulándola con otras perspectivas que por principio de realidad se nos demanda. Por ahora creo que estamos logrando “desacomodarnos” un poco, esto a mi modo de ver es muy valioso porque nos ha permitido tomar un poco de distancia frente a nuestras prácticas –en las que habíamos estado tan cómodos que dormíamos el sueño de los justos- incursionar en nuevas dimensiones de la vida intelectual y práctica que nos están revitalizando y permitiendo rescatar aspectos, habilidades, sensibilidades que cobran forma permitiéndonos crecer en esta dura tarea de vivir, aprender y enseñar. Te aclaro que hablo en plural porque estos logros solo han sido posibles en equipo, con los otros, no contra los otros.

No quiero despedirme sin mencionar un estudiante que este semestre con su participación en las actividades me dio elementos para pensar estas elucubraciones que he venido exponiéndote. De primer semestre de comunicación, con una formación artística, solía distraerse con facilidad, de pronto algo accionaba en él como un resorte, intervenía a veces hasta sin pedir la palabra y empezaba, como decía él, “a desmontar ese discurso chimbo, autoritario y camuflado que nos hace ver a todos como enemigos”. Este amigo tenía una particularidad que llamó mi atención: tenía la capacidad de ubicarse en las márgenes, de enunciar sus ideas sin atropellar ni descalificar a los otros, con frecuencia incluso, pude observar como dejaba pasar intervenciones no con el ánimo de “canibalizar” (permíteme esta a expresión pero es la única que encuentro para calificar esta actitud tan propia de los humanos) sino de escuchar otras versiones del asunto, quizá por ello a pesar de su actitud marginal en algunos momentos y de su aguda ironía, gozaba del afecto y el respeto del grupo.

Recuerdo ahora una de sus tantas intervenciones que causó todo tipo de reacciones en el grupo: se discutía en torno a la multiculturalidad y la complejidad , hubo momentos de acaloramiento cuando se mencionó el caso de los indígenas Embera-katyo y el problema con su territorio, hubo muchas intervenciones y algunas de ellas expresaban posiciones fuertemente encontradas, nuestro amigo había participado activamente en el debate, de pronto pidió la palabra y dijo algo como esto: “Profe, esa vaina está muy rara, mejor sería que todo fuera “parejito”, así no estaríamos enredados, alguien tendría la verdad y no sería necesario ponerse a pensar, de paso no tendríamos que oír a tanto perturbador que anda diciendo que las cosas no están bien tal y como están; a los pobres se les acabaría la disculpita de que la cosa está mal repartida y a los negros y los indios la cantaleta de que son diferentes pero iguales; de pronto hasta podríamos volver a los tiempos en los que las cosas funcionaban como dios manda y podríamos seguir teniendo esclavos o por lo menos la debida distancia. Otra ventaja sería que no necesitaríamos ética ¿para qué pensar en cómo es mejor el asunto si ya todo está dicho? Los artistas pintaríamos y esculpiríamos la realidad y podríamos condenar a trabajos forzados a tipos como ese tal Dalí que tanto daño le ha hecho al arte y a esos bullosos que hacen dizque música los podríamos meter en cintura para que interpreten la verdadera música: armonía y ritmo. ¡ Ya ve profe que las clases de humanidades si han servido!”
Con afecto.

ZOILA BEATRIZ ORTIZ

REFLEXIONES DE UNA MAESTRA

Este documento fué escrito hace varios años a propósito del interés por pensar mi quehacer como maestra, está dirigido Federico, un estudiante real cuya trágica desaparición aún me duele. Por entonces mi interés por el psicoanálisis se iba perfilando, solo ahora al volver a leer estas lineas percibo como ya había cambiado mi percepción del mundo aunque no fuera muy conciente de ello. Por su extensión lo publico en dos partes.

Parte 1

Apreciado Federico

Retomo nuestra antigua comunicación epistolar para poder pensar esto que ha sido la aventura de enseñar humanidades, en este lugar y con los tiempos que corren. Como siempre encontrarás que tengo más dudas que certezas, más preguntas que respuestas, y probablemente más tristezas que alegrías.

¿Por qué creer que el mundo de los hombres es la historia de la alegría, de la armonía, de la ternura, siempre aplazada por obstáculos que tarde o temprano vamos a vencer con la razón, el amor o la fe? pregunté hace poco al grupo de estudiantes, que tras una acalorada discusión era a lo que parecían haber llegado. En las respuestas de muchos de mis jóvenes estudiantes de primer semestre encontré una curiosa mezcla de ilustrados y románticos con un común denominador: la idea de que la felicidad como un estado permanente es posible, la negación del dolor, la idealización de las pasiones y todo esto, de una u otra manera, atravesado por una idealización del mundo desde la exaltación del gozo.

Como sabes, una de las preocupaciones centrales en mi vida, ha sido ese aspecto del ser humano que constituye su vida interna, que parece debatirse entre los santo y lo diabólico en una extraña combinación siempre dispuesta a ocultarse, a mimetizarse de manera que los hombres cada vez que hemos intentado mirarla, apenas si hemos podido acercarnos a ella para huir dando grandes voces que se traducen en una gran parafernalia teórica que intentamos legitimar desde una supuesta objetividad y racionalidad, tras de la cual moran, frecuentemente, nuestros más inconfesables deseos.

En esta lógica he venido preguntándome por la experiencia de enseñar, de enseñar humanidades y más aún de enseñar humanidades en un momento en el que, como lo mencionaba antes, la cultura parece elevar a su máxima expresión el ocultamiento, la distorsión, el alejamiento- ya de por sí marcado- de aspectos de lo humano que nos constituyen como un gran telón dentro del cual representamos nuestra obra de existir y de existir con los otros.

A este respecto he tenido un grato reencuentro con el texto Las Tres Ecologías de Felix Guattari, en él he encontrado elementos para pensar esto que ha sido una inquietud personal. A propósito, antes de seguir adelante, quiero hacer una disgresión para comentar un aspecto importante para mi práctica y fue eso que llamo reencuentro, pues en otra oportunidad había leído el texto, sin embargo solo cuando pude poner en contacto eso que leía con una experiencia interna, con algo que se articulaba con esas inquietudes vitales, que no se anclan exclusivamente en el deber, en la intelectualidad, en la “demanda externa”, solo entonces pude comprender dimensiones profundas de la propuesta teórica que planteaba el autor y sobre todo, fue el momento en el que pude poner en obra mi creatividad intelectual y el gozo y la alegría y la pasión y el deseo es decir………. ¡pude aprender!

A estas alturas, maestro-amigo creo que ya sabes hacia donde va mi reflexión: ¿Cómo ser catalizador de estas reacciones en aquellos que durante tiempo hemos llamado “alumnos”? (¡ sin luz! En su origen etimológico), ¿Cómo enseñar? Y más aun ¿Qué es entonces enseñar? Si en gran medida aprendemos desde nuestros niveles profundos de la existencia y si, tal como parece mostrar la experiencia personal que te narro, hay una dimensión del aprendizaje en la cual el protagonista está solo con su experiencia, con su mundo con su deseo? ….. ¿Qué enseñar entonces, si el aprendizaje parece estar en gran proporción a lo que nos interesa, lo que no es significativo, lo que nos impacta internamente? Desde luego no estoy planteando un solipsismo en el proceso de aprender, pues de hecho, aquello que reconocemos como importante lo construimos en la relación con los otros, en el marco de la sociedad y la cultura.

A este respecto puedo aventurar algunas ideas. Creo que vista así la función de enseñar se remite más a la creación de condiciones para que cada estudiante se apropie de sus expectativas e inquietudes y tenga la posibilidad de recrearlas, al ponerlas en contacto con el discurso académico, con otras formas de pensar, otras perspectivas, otros mundos posibles. De ahí deriva en parte, la importancia de plantear los programas en términos de ejes problemáticos y las implicaciones metodológicas que plantea su desarrollo. En cuanto a los temas creo que, si bien cada persona es un mundo, hay ciertos aspectos de la existencia en los que no diferimos mucho: todos de una u otra forma necesitamos reconocimiento, afecto, sentido de pertenencia, sentido de ser para otros y con otros, deseos de poder, de dominio, en fin, hay aspectos en los que los hombres somos tan humanos que pueden constituirse en la base vinculante del pensamiento, de la relación con el saber.

Casi puedo ver tu sonrisa. Estarás pensando en la ingenuidad y la prepotencia de mi análisis. En cuanto a los problemas objeto de reflexión académica, señalarás el riesgo de convertir la vida académica en una disertación individual de lo que me falta para se feliz, de los sentimentalismos y los lugares comunes que no permitan la conceptualización, el rigor y el ejercicio racional en torno a la realidad. Pues bien, te aclaro dos cosas; por un lado no planteo que los problemas sean esos, sino que toda reflexión debe poder ser articulada en esa dimensión humana, sean problemas de ciencia, de tecnología, en fin de cualquier área de la que se trate, de otro modo no se darán las condiciones para el aprendizaje, entendido como la apropiación creativa que hace el individuo de un aspecto del que puede dar cuenta en diferentes dimensiones y relaciones.

De otro lado, comparto contigo en que puede ser prepotente e ingenuo pretender ser el catalizador de esos elementos creativos sin tener en cuenta otros aspectos. Pues bien, es aquí donde retomo lo que inicialmente había señalado: el predominio en la cultura de ciertos aspectos humanos sobre el ocultamiento de otros. Aquí la experiencia de la Tres Ecologías ha sido clave y quiero compartir contigo la lectura - que muy probablemente Guattari no aceptaría – de sus ideas. Fin de la parte 1

martes, 18 de noviembre de 2008

EN QUÉ SENTIDO EL PSICOANÁLISIS ES REVOLUCIONARIO (Parte 2)

Gérard Pommier



Es verdad que el análisis no es el primero en haber descubierto esta posición del hombre como culpa­ble, como pecador, y que desde siempre la reli­gión, y especialmente todas las religiones monoteístas han subrayado esta posición de pecador del hombre; en este sentido, e psicoanálisis viene por el mismo camino que las religiones, es decir, su­brayar que en el destino del hombre hay algo de su prop1a responsabilidad, de su propia culpa; pero lo que hay en las religiones es que el hombre es responsable, es culpable frente a una trascen­dencia, que se llama Dios y que se llama como us­tedes quieran, y la diferencia está en que el análisis no ubica trascendencia alguna, sino que remite esa trascendencia a mecanismos psíquicos, que se lla­man el inconsciente. Es decir, que entre el incons­ciente y Dios hay una relación que consiste, ya sea en poner afuera, en una trascendencia en Dios, o bien en los mecanismos psíquicos, lo que le per­mite a un sujeto referir su culpa. As1, es en el mismo camino, pero es una posición completa­mente distinta en lo que se refiere ya sea a la posi­ción de Dios o a la posición del inconsciente.
Si el inconsciente no fue percibido antes es porque el inconsciente es la consecuencia de una repre­sión. De hecho, lo que es visto como trascenden­cia concierne a lo reprimido, es decir, a lo incons­ciente. Es por eso que el hombre va a ser culpable de su propio deseo. Antes él era culpable de su de­seo, en laS religiones, frente a Dios. Eso es lo que hace del análisis algo insoportable, y que hace que desde su nacimiento el análisis haya provocado siempre resistencias importantes. Así la dimen­sión sexual es importante para entender las resis­tencias, pero en la medida en que hay esto reprimido sobre el deseo que hace al hombre culpable de su propio deseo.
¿Qué quiere decir resistencias? Quiere decir todo lo que le permite al hombre tapar su deseo, tapar en qué es responsable de su deseo, en qué no va a ser suficiente considerarse culpable frente a una trascendencia, frente a Dios, frente a cualquier cosa que quieran; es por eso que van a existir resistencias que van a servir para tapar la división del sujeto por su propio deseo, y por eso han existido varios tipos de resistencias que tienen como fun­ción tapar este papel de división del sujeto; quiero decir, que todas las teorías psicológicas del yo como algo entero, algo no dividido por el deseo, todas esas teorías tienen un papel de resistencia al psicoanálisis. Así, cuando se toman varios tipos de teorías estudiadas en psicología, todas las teorías que se apoyen sobre concepciones del yo, del yo fuerte por ejemplo, del yo autónomo, tienen un rol de resistencia al análisis. Eso permite ver que, primero, el análisis tiene un papel tal que su teoría va a cuestionar el fundamento mismo del lazo so­cial. No se trata sólo de la relación de un sujeto consigo mismo, sino que con su teoría, lo que es cuestionado es todo el lazo social en tanto lazo re­ligioso. Y es decir que es una reacción de resisten­cia de la sociedad subrayar todas las teorías del yo fuerte. No sé cómo es aquí en Colombia, pero en Francia hay muchos estudiantes de psicología, doscientos o trescientos mil por año, que estudian teorías completamente inútiles, que no sirven para nada en la sociedad, con las cuales no se puede trabajar, pero que tienen un papel ideoló­gico importante respecto al lazo Social, que tiene un papel de resistencia al análisis. Dentro de esas teorías se aprenden algunas pequeñas cosas de psi­coanálisis, pero la mayoría de las materias son completamente inútiles en lo que se refiere a la efi­cacia. Me parece que este papel de la psicología tiene algo que ver con resistencias al análisis que no son resistencias circunstanciales, sino resisten­cias muy fuertes que existen desde que el análisis empezó. No es que no se diga nada del análisis, sino que lo que se dice consiste en poner al psicoa­nálisis al servicio de las teorías del yo, de la ego­psychology, de lo que se puede enseñar en las diferentes teorías comportamentales. Cada año hay algo nuevo del lado de esas resistencias.
Esto no es algo circunstancial, como ya dije, sino algo que cae en pleno en todo lo que se puede lla­mar la ideología de la ciencia cuya tendencia es ha­cer de los sujetos modernos, inocentes, en la me­dida en que el paradigma de la ciencia es hacer que todo sea determinado, y también que de esta ma­nera el sujeto no tenga ninguna responsabilidad, ninguna culpabilidad en lo que pueda ocurrirle a sí mismo. Y es contra esta ideología de la inocen­cia de la ciencia que viene a enfrentarse todo lo que permite subrayar, digamos, la culpabilidad del sujeto frente a su propio deseo. Cuando digo eso de los estudios de psicología, lo hago sabiendo que me hallo en una facultad de psicología, sólo para plantear esta rara particularidad de estos estudios, que parecen no servir para mucho en la práctica. Digo que tienen un papel ideológico fuerte, que son útiles a la sociedad tal cual como es. Pero lo que se puede decir de los estudios de psicología es solamente un punto de resistencia. Hay varios puntos más. Por ejemplo, todo lo que concierne a las neurociencias es también una ambición de aca­bar con todo lo que concierne al sujeto y que todo se pueda curar con medicamentos, es decir, una manera moderna de aislar al sujeto de sus determi­nismos y de hacerlo inocente gracias a los medica­mentos. No sé como sea aquí, pero en Francia se venden millones de cajas de medicamentos diaria­mente. Este es también un punto donde existe una resistencia al descubrimiento del deseo, que enferma a los sujetos, que está en la fuente de la angustia. No se quiere saber nada de este deseo que enferma los sujetos, y no se quiere saber nada en la medida en que eso pone en riesgo el lazo so­cial tal cual existe en nuestras sociedades. Sirve para tapar esta cuestión de la falta en el deseo o bien el papel de la sexualidad en el deseo.

Digo esto en lo que concierne primero a los estu­dios de psicología, pero también en lo que concierne a los estudios de medicina, la manera de comportarse de los médicos frente a lo síntomas que tienen una fuente en el inconsciente, pero también se puede decir que los analistas mismos, muchos de ellos, tienen resistencias al análisis; en la formación misma de las escuelas de análisis hay signos de esta resistencia al análisis, por ejemplo, se sabe que varias escuelas de análisis se compor­tan como iglesias o como fuerzas armadas; diga­mos, y que esta manera de comportarse en si misma es una resistencia al análisis.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Los coristas: una propuesta para pensar la educación para la paz

Quisiera empezar este escrito diciendo que soy maestra y lo soy por convicción: creo que la educación tiene sentido, que transforma, en un sentido o en otro pero efectivamente transforma, de ahí su importancia crucial en cualquier sociedad. En ese orden de ideas, quiero hacer un breve comentario a propósito de la película Los Coristas, dirigida por Christophe Barratier, que con sencillez y sutileza presenta un escenario que bien podría llamarse de educación para la paz.

Ahora bien, no se trata de esa simplificada idea de paz, muy útil para adormecer el pensamiento, según la cual, la paz es un estado de felicidad total, de ausencia de conflicto, un asunto de “buenos” y “malos”, de armonía total. Se trata del reconocimiento de su complejidad en tanto la convivencia es entre seres humanos cuya naturaleza es compleja y cuya comprensión va más allá de románticas ideas de bondad innata que estamos por descubrir. Al contrario, una noción de paz más compleja, remite al reconocimiento de esa condición humana que se debate entre lo creativo y lo destructivo, en los extremos que Freud identificó como Eros y Thanatos.

De igual manera, una dicha noción, tendría que tener en cuenta que la construcción del sujeto se hace con y para otros sujetos, es en la relación con otro como es posible ser actor de la propia existencia. Es pues la vida social la instancia formativa por excelencia. Es esta perspectiva, que se plantea un análisis de la película los coristas en relación con aquello de educar para la paz.

Así, vale la pena observar las prácticas educativas que la escuela y el maestro ponen en obra en su quehacer cotidiano. La forma refleja unos principios que aluden a la noción de sujeto: mientras para el director los estudiantes no eran más que una caterva de inútiles, que debían ser sometidos al más ramplón conductismo mediante la acción-reacción, principio de la ciencia que trabaja con objetos; para el maestro de música, por el contrario, los estudiantes son sujetos: seres complejos, polifacéticos, con características cognitivas, emocionales, afectivas, de ahí que en lugar de objetos sometidos a la acción-reacción, modelo de relación planteado en el orfanato, su forma de enseñar se produce a la luz de la búsqueda de las potencialidades de cada estudiante, de su originalidad para aprender. El maestro no busca nada para sí mismo, o mejor puede identificarse en sus alumnos justamente porque puede aceptar su diferencia, por eso todos tienen un lugar en el coro, no hay marginales, no hay excluidos.

Éste es a mi modo de ver, un principio de educación para la paz ¿Cómo pedir a los marginados que no ataquen una sociedad que los ha puesto por fuera del juego? ¿Cómo pedir a los excluidos por su diferencia que no inventen mecanismos de agresión, que les puede significar la supervivencia, contra aquellos que los discriminan, los desconocen, los niegan en su humana condición?

Así, educar para la paz puede entenderse como la opción de una sociedad respetando, pero sobre todo, valorando la diferencia, lo cual se liga con otro aspecto que puede tener sentido: educar para la desobediencia. Desobediencia frente a dominación autoritaria que limita las posibilidades de una educación en lo racional y en lo emocional, desobediencia frente a los estereotipos que obnubilan la capacidad de analizar, de ir más allá de las apariencias y que ponen al servicio de intereses sombríos de diverso orden: estético, político, de género, etc.

Desobediencia frente a un uso estereotipado del lenguaje, según el cual se señala al otro como el enemigo a vencer, a arrasar a destruir, enemigo que con mucha frecuencia lo es de fuerzas extrañas que no desean detractores, críticos, contradictores, oponentes, o sencillamente desean mansos consumidores, a-críticos y manipulables, pero altamente rentables.

Ahora bien, las prácticas que pueden contribuir a ello, tienen que ver con el reconocimiento del otro como sujeto pensante, capaz de un uso riguroso de la razón y una educación de la emoción que parte del reconocimiento que partiendo del reconocimiento en el otro de la misma facultad, así como de las dimensiones humanas que trascienden lo meramente conductual, para descubrir los precipicios del inconciente, aunque no siempre resulten estéticamente atractivos o políticamente correctos.

Hay violencia también, cuando no se crean condiciones para la excelencia, cuando el sujeto es formado con poco rigor frente al patrimonio que la humanidad ha ido construyendo, consolidado en las artes, la literatura y las ciencias, pues se lo limita por lo bajo, así hay violencia estructural en la marcada diferencia en cuanto a la calidad de educación entre los sectores sociales.

Volviendo a la película, ¿qué hace a este hombre maestro para la paz? Su capacidad de ir más allá de sí mismo, su capacidad para anteponer a su propia frustración, el deseo de ayudar a crecer a otros: él es un compositor frustrado, pero, a diferencia del director, no requiere perpetuar esta condición en “el otro”, al contrario, en la medida en que se reconoce a sí mismo en los demás, puede apelar a sus aspectos creativos (Eros) trasgrediendo el narcisismo exacerbado.

Así, educar, educar verdaderamente, conlleva un acto de humildad, de grandeza, es ofrecer posibilidades a las nuevas generaciones de un futuro mejor al que nosotros mismos hemos tenido, educar es prolongarse en el otro pero no de manera narcisista, al contrario, reconociendo las propias limitaciones, así como ls potencialidades que encierra la condición humana.

Esa es la visión que en mi condición de maestra, tengo de la educación, esto supone un reto permanente en un quehacer que considero importante y más aún en este momento histórico.


Zoila Beatriz Ortiz

martes, 29 de mayo de 2007

Psicoanálisis: una postura ética. Documento de Gérard Pommier


El presente documento puede arrojar luces para comprender la vigencia del psicoanálisis en el mundo contemporáneo. El texto titulado En qué sentido el psicoanálisis es revolucionario, forma parte de una serie de conferencias dictadas por el Analista Pommier, en la ciudad de Bogotá. Dada la extensión del docuemento, la idea es irlo publicando por partes, he aquí la primera.


EN QUÉ SENTIDO EL PSICOANÁLISIS ES REVOLUCIONARIO[1] (Parte 1)

Gérard Pommier


Tomado del libro: En qué Sentido El Psicoanálisis es Revolucionario. Conferencias de Gérard Pommier en Bogotá. Organizadas y transcritas por la Asociación Lacaniana de Analistas de Bogotá ALDABON. Ediciones Aldabón, Santafé de Bogotá, Colombia: abril de 1997

El título de esta conferencia, En qué sentido el psico­análisis es revolucionario, no es un título para nada evidente porque lo que se piensa generalmente es que el análisis concierne solamente a un lazo pri­vado, digamos, de un sujeto con su propio deseo, de un sujeto consigo mismo en cierta manera, y en este sentido, no parece evidente hablar de algo especialmente revolucionario en el análisis en la medida en que el término revolucionario significa algo que concierne a la sociedad entera, al lazo so­cial, al público en oposición al privado. Así, re­sulta siendo un título un tanto provocador en su primera enunciación, no solamente en el plano de las ideas sino también en un plano práctico por­ que hace más o menos cien años que existe el aná­lisis, lo cual es muy poco en el terreno de las ideas, digamos. Y durante esos cien años, en la historia misma no hay evidencia alguna de que el psicoa­nálisis fuese, de manera alguna revolucionario. Por un lado, el análisis fue tomado por el lado de la Internacional, por los médicos americanos, como un tipo de ortopedia, de adaptación de los sujetos al capitalismo y en este sentido parece que el sueño de Freud, quien había pensado importar la peste a los Estados Unidos, parece haber fraca­sado totalmente porque el análisis aparece en los Estados Unidos mismos como una empresa de adaptación psicológica al capitalismo; eso por una parte. Por la otra parte, es decir, del lado del mar­xismo oficial, tal cual ha existido desde los años 30, digamos, lo que ha ocurrido es un rechazo del análisis como reaccionario y no como revolucio­nario. Así, parece que en la historia misma este título no corresponde a lo que ha ocurrido. Althusser y otros filósofos y psicoanalistas franceses han hecho una crítica a esta posición del mar­xismo oficial, al decir que el marxismo oficial ha tomado la presentación del análisis hecha por la Internacional, por el análisis mismo; han tomado la resistencia al análisis como si fuera el análisis. Y es por esta razón que el marxismo oficial ha to­mado esta posición frente al psicoanálisis. Enton­ces este título no tiene nada evidente.

¿Cómo voy a abordarlo? Hace poco dije que el análisis existe hace sólo cien años, lo cual es poco en la historia de las ideas, porque esta idea tan nueva va radicalmente en contra de todo el pensa­miento clásico, todo el pensamiento de la filoso­fía, de la historia de las ideas, donde un descubri­miento tan sorprendente como el inconsciente va en contra de la creencia filosófica en una concien­cia del ser humano, de sí mismo y de su posición en el universo. A pesar de su poco tiempo de exis­tencia, el análisis ha venido creciendo, tiene cien años, y lo que ha caracterizado este crecimiento es una resistencia constante; resistencia constante al psicoanálisis que no es una resistencia casual, oca­sional, de poco tiempo, de vez en cuando, sino una resistencia constante, muy fuerte en el lazo social; nunca el análisis fue reconocido como algo que no fuese a provocar un conflicto.
Entonces, para empezar, hay algo que permite pensar que el psicoanálisis tiene un papel revolu­cionario, que son las fuerzas de las resistencias mismas. Todos los años se inventan nuevos trucos para decir que la invención de Freud es algo que no tiene importancia alguna. Eso no le impide cre­cer al análisis pero todos los años se ven esas resis­tencias, y es con esas resistencias que se puede pen­sar que el análisis tiene un papel revolucionario, pero, y es esto lo que voy a intentar desarrollar, ¿en qué sentido es revolucionario?
Primero, se puede pensar que en los tiempos de Freud las resistencias eran comprensibles en la medida en que Freud hablaba de la sexualidad, y se puede creer que es porque en la sociedad de su ciudad de la época, que era una época un poco pú­dica, digamos, había una dificultad para hablar de la sexualidad, particularmente de la sexualidad in­fantil, y fue en este sentido que aparecieron resis­tencias al descubrimiento de Freud. Pero, ¿y ahora? Ahora, cien años después, la sexualidad no tiene ya nada de chocante, y no se ve por qué de­ben tener lugar resistencias al análisis si el descu­brimiento de Freud era algo que sólo tenía que ver con la sexualidad, la infantil más precisamente, y con el traumatismo sexual. Ahora la sexualidad es un objeto comercial y no tiene nada que ver con algo chocante. Eso permite pensar que no es por­que Freud haya ha6lado de sexualidad, no es por razón de su pansexualismo, es decir, el hecho de ver algo sexual en todas las motivaciones del hom­bre, que se han provocado las resistencias.
Entonces la cuestión está intacta. ¿Qué es lo que viene a provocar las resistencias al análisis si no es este contenido sexual en sí mismo? Freud, su des­cubrimiento, tiene algo de insoportable, no por la motivación sexual de varios actos humanos que él descubrió, sino en el sentido en que el hombre, con el descubrimiento de Freud, debe tener en cuenta que él es responsable de su propio deseo, que su deseo conlleva algo de su culpabilidad que tiene que ver con su sexualidad. No es la sexuali­dad en sí misma lo insoportable, sino el hecho de que esta sexualidad tiene en sí misma un papel transgresor, una necesidad de culpa, y que el des­cubrimiento de Freud consiste en permitirle al hombre ver que su deseo lo hace culpable, respon­sable de sus actos. Es por eso que Freud es insoportable. Es en la medida en que con esta dimen­sión del deseo sexual, el hombre pierde su inocen­cia. Fin de la parte 1

[1] Conferencia pronunciada en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá, el día 14 de mayo de 1996

lunes, 28 de mayo de 2007

Televisión para no pensar

En los tiempos actuales donde el pensamiento parece verse cada vez más arrinconado desde todos los flancos, cobra sentido el psicoanálisis ,no solo como una critica de la cultura, sino como una opción terapeúticade enorme vlaidez.

Una de las más claras evidencias, o mejor síntomas del ataque al pensamiento, se puede observar en los medios, cuya propuesta central se construye a partir de la exaltación de lo grotesco, lo superficial, el ardid, el engaño, como una caracterísitica que merece tener reconocimiento social y casi que se propone como un modelo posible de relación social. Uno de estos programas es El Jugador, en el que no gana quien tenga más conocimiento sino quien se muestre más audaz en el arte de fingir, en el que además hay una permanente agresión verbal entre los participantes, insultos, burlas y comentarios de pésimo gusto, que distan mucho de ser una propuesta enriquecedora en algún sentido.

Pero la razón de ser este tipo de programa es sencilla, casi primitiva: ESTOS PROGRAMAS VENDEN y eso es lo único que importa, generan enormes ingresos económicos a un reducido grupo, en sociedades que, como la nuestra, se debate entre la violencia y la miseria, en busca de de soluciones mesíanicas, fáciles y poco exigentes que no hacen más que recrear aquella antigua imagen de la serpiente que se muerde la cola, construyendo sociedades en las que cada vez es más lejana la recreación creativa de la existencia y más fuerte el influjo de las pasiones destructivas que pretendemos ocultar bajo el manto de la euforía permante, del embotamiento del pensamiento que este tipo de programas y gran parte de la estructura de los medios de comunicación, generan en unos ciudadanos cada vez más ajenos al pensamiento y al análisis de su entorno.
En este sentido, vale plantearse algunas consideraciones a partir de la teoría psicoanalítica que nos permita examinar este estado de cosas. La idea es que de manera progresiva, iré intentando construir algunas reflexiones que aporten elementos para la reflexión en el presente blog, por ahora, me limito a exponer consideraciones muy generales y discutibles al respecto.