jueves, 5 de febrero de 2009

REFLEXIONES DE UNA MAESTRA (2)

Parte 2

De alguna manera Guattari señala cómo esos aspectos , ocultos mediante diversos sistemas de información, políticos, económicos, etc., por agenciamientos de lo que él denomina Capitalismo Mundial Integrado, han sido potencializados para ponerlos al servicio de la reproducción ciega del capital.

Esa agresividad, ese permanente deseo de asomarse al abismo, de poder, de destrucción, que de alguna manera nos constituyen; al ser alejada de la conciencia, de la posibilidad de ser pensada, analizada, elaborada en la experiencia cotidiana, se traslada a la lógica del mercado en dos sentidos. Por un lado, se opera una transposición de lugares al poner en ella los elementos pulsionales que corresponde al mundo interno del sujeto, de esta manera se pierde el poder sobre ellos en tanto se viven como elementos externos, son percibidos como aspectos sobre los cuales no se tiene poder y frente a lo cual no es posible nada más allá de una resignada aceptación.

De otro lado, la lógica del mercado se instala en el deseo, exasperándolo en grado sumo y de manera fragmentada, en tanto se reconocen solamente la dimensión de la satisfacción sin límites, algo así como un eterno estado de búsqueda de placer que nunca puede ser finalmente satisfecho pero que el mercado promete satisfacer mediante el consumo.

Así, los procesos de subjetivación y singularización se realizan en el marco casi exclusivo del mercado de capital, en el que toda valoración solo es posible en términos de productividad, aplastando toda “disidencia” al alinearla desde este único criterio.

Guattari propone tres ordenes en los que es posible la recomposición de las fuerzas de los procesos de subjetivación: la ecología mental, la ecología social y la medioambiental, de manera que sea posible la descontaminación, no como un volver a lo anterior sino como un repensar los ordenes de la existencia en el marco de las nuevas realidades mediadas ahora de manera predominante por la técnica.

Si como he dicho atrás, la función del maestro es crear condiciones para la apropiación del individuo de los elementos internos y externos de manera articulada, nuestra práctica apunta entonces a la promoción de esas subjetividades que señala Guattari. Ahora, cabe preguntarse ¿Qué tipo de subjetividades estamos promoviendo desde nuestro quehacer? Esto me ha parecido bastante perturbador, pues creo que muy fácilmente, y lo peor sin darnos cuenta, podemos estar al servicio de la promoción de subjetividades para el mercado.

Desde esta perspectiva, te confieso amigo mío, que siento que todos estamos bajo sospecha en esta institución llamada universidad. Cuando pienso por ejemplo en los modelos de relación que entablamos con el saber, con las prácticas y con las personas me asalta la duda en torno a cómo nuestra cotidianidad está atravesada por esa lógica, en donde lo que se entenderá por saber está determinado instrumentalmente y reducido de manera exclusiva a la productividad, donde las prácticas se conciben desde el deseo ciego y aislado de posesión y dominio y donde el otro es mi rival, aquel que está para competir, para someter, para aplastar o sencillamente como un referente para medir mi grandiosidad.

Al analizar desde mi propia experiencia, no me queda duda de que los problemas que proponemos, (aunque en realidad en este momento no hemos afinado el paso de tema a problema), las metodologías que implementamos y en general los modelos de relación que desarrollamos en los diferentes ámbitos de la universidad, están lejos de articularse en una actitud ecosófica como la que propone Guattari: inteligencia de la acción humana que involucra a todos los seres.

Pensarás, mi suspicaz amigo, que he llegado al fatalismo, al “nada vale”, pues bien quiero que sepas que tengo en alta estima aspectos del trabajo que hemos venido desarrollando, siento que hay una intención de orientar el pensamiento y la acción hacia esa actitud ecosófica articulándola con otras perspectivas que por principio de realidad se nos demanda. Por ahora creo que estamos logrando “desacomodarnos” un poco, esto a mi modo de ver es muy valioso porque nos ha permitido tomar un poco de distancia frente a nuestras prácticas –en las que habíamos estado tan cómodos que dormíamos el sueño de los justos- incursionar en nuevas dimensiones de la vida intelectual y práctica que nos están revitalizando y permitiendo rescatar aspectos, habilidades, sensibilidades que cobran forma permitiéndonos crecer en esta dura tarea de vivir, aprender y enseñar. Te aclaro que hablo en plural porque estos logros solo han sido posibles en equipo, con los otros, no contra los otros.

No quiero despedirme sin mencionar un estudiante que este semestre con su participación en las actividades me dio elementos para pensar estas elucubraciones que he venido exponiéndote. De primer semestre de comunicación, con una formación artística, solía distraerse con facilidad, de pronto algo accionaba en él como un resorte, intervenía a veces hasta sin pedir la palabra y empezaba, como decía él, “a desmontar ese discurso chimbo, autoritario y camuflado que nos hace ver a todos como enemigos”. Este amigo tenía una particularidad que llamó mi atención: tenía la capacidad de ubicarse en las márgenes, de enunciar sus ideas sin atropellar ni descalificar a los otros, con frecuencia incluso, pude observar como dejaba pasar intervenciones no con el ánimo de “canibalizar” (permíteme esta a expresión pero es la única que encuentro para calificar esta actitud tan propia de los humanos) sino de escuchar otras versiones del asunto, quizá por ello a pesar de su actitud marginal en algunos momentos y de su aguda ironía, gozaba del afecto y el respeto del grupo.

Recuerdo ahora una de sus tantas intervenciones que causó todo tipo de reacciones en el grupo: se discutía en torno a la multiculturalidad y la complejidad , hubo momentos de acaloramiento cuando se mencionó el caso de los indígenas Embera-katyo y el problema con su territorio, hubo muchas intervenciones y algunas de ellas expresaban posiciones fuertemente encontradas, nuestro amigo había participado activamente en el debate, de pronto pidió la palabra y dijo algo como esto: “Profe, esa vaina está muy rara, mejor sería que todo fuera “parejito”, así no estaríamos enredados, alguien tendría la verdad y no sería necesario ponerse a pensar, de paso no tendríamos que oír a tanto perturbador que anda diciendo que las cosas no están bien tal y como están; a los pobres se les acabaría la disculpita de que la cosa está mal repartida y a los negros y los indios la cantaleta de que son diferentes pero iguales; de pronto hasta podríamos volver a los tiempos en los que las cosas funcionaban como dios manda y podríamos seguir teniendo esclavos o por lo menos la debida distancia. Otra ventaja sería que no necesitaríamos ética ¿para qué pensar en cómo es mejor el asunto si ya todo está dicho? Los artistas pintaríamos y esculpiríamos la realidad y podríamos condenar a trabajos forzados a tipos como ese tal Dalí que tanto daño le ha hecho al arte y a esos bullosos que hacen dizque música los podríamos meter en cintura para que interpreten la verdadera música: armonía y ritmo. ¡ Ya ve profe que las clases de humanidades si han servido!”
Con afecto.

ZOILA BEATRIZ ORTIZ

REFLEXIONES DE UNA MAESTRA

Este documento fué escrito hace varios años a propósito del interés por pensar mi quehacer como maestra, está dirigido Federico, un estudiante real cuya trágica desaparición aún me duele. Por entonces mi interés por el psicoanálisis se iba perfilando, solo ahora al volver a leer estas lineas percibo como ya había cambiado mi percepción del mundo aunque no fuera muy conciente de ello. Por su extensión lo publico en dos partes.

Parte 1

Apreciado Federico

Retomo nuestra antigua comunicación epistolar para poder pensar esto que ha sido la aventura de enseñar humanidades, en este lugar y con los tiempos que corren. Como siempre encontrarás que tengo más dudas que certezas, más preguntas que respuestas, y probablemente más tristezas que alegrías.

¿Por qué creer que el mundo de los hombres es la historia de la alegría, de la armonía, de la ternura, siempre aplazada por obstáculos que tarde o temprano vamos a vencer con la razón, el amor o la fe? pregunté hace poco al grupo de estudiantes, que tras una acalorada discusión era a lo que parecían haber llegado. En las respuestas de muchos de mis jóvenes estudiantes de primer semestre encontré una curiosa mezcla de ilustrados y románticos con un común denominador: la idea de que la felicidad como un estado permanente es posible, la negación del dolor, la idealización de las pasiones y todo esto, de una u otra manera, atravesado por una idealización del mundo desde la exaltación del gozo.

Como sabes, una de las preocupaciones centrales en mi vida, ha sido ese aspecto del ser humano que constituye su vida interna, que parece debatirse entre los santo y lo diabólico en una extraña combinación siempre dispuesta a ocultarse, a mimetizarse de manera que los hombres cada vez que hemos intentado mirarla, apenas si hemos podido acercarnos a ella para huir dando grandes voces que se traducen en una gran parafernalia teórica que intentamos legitimar desde una supuesta objetividad y racionalidad, tras de la cual moran, frecuentemente, nuestros más inconfesables deseos.

En esta lógica he venido preguntándome por la experiencia de enseñar, de enseñar humanidades y más aún de enseñar humanidades en un momento en el que, como lo mencionaba antes, la cultura parece elevar a su máxima expresión el ocultamiento, la distorsión, el alejamiento- ya de por sí marcado- de aspectos de lo humano que nos constituyen como un gran telón dentro del cual representamos nuestra obra de existir y de existir con los otros.

A este respecto he tenido un grato reencuentro con el texto Las Tres Ecologías de Felix Guattari, en él he encontrado elementos para pensar esto que ha sido una inquietud personal. A propósito, antes de seguir adelante, quiero hacer una disgresión para comentar un aspecto importante para mi práctica y fue eso que llamo reencuentro, pues en otra oportunidad había leído el texto, sin embargo solo cuando pude poner en contacto eso que leía con una experiencia interna, con algo que se articulaba con esas inquietudes vitales, que no se anclan exclusivamente en el deber, en la intelectualidad, en la “demanda externa”, solo entonces pude comprender dimensiones profundas de la propuesta teórica que planteaba el autor y sobre todo, fue el momento en el que pude poner en obra mi creatividad intelectual y el gozo y la alegría y la pasión y el deseo es decir………. ¡pude aprender!

A estas alturas, maestro-amigo creo que ya sabes hacia donde va mi reflexión: ¿Cómo ser catalizador de estas reacciones en aquellos que durante tiempo hemos llamado “alumnos”? (¡ sin luz! En su origen etimológico), ¿Cómo enseñar? Y más aun ¿Qué es entonces enseñar? Si en gran medida aprendemos desde nuestros niveles profundos de la existencia y si, tal como parece mostrar la experiencia personal que te narro, hay una dimensión del aprendizaje en la cual el protagonista está solo con su experiencia, con su mundo con su deseo? ….. ¿Qué enseñar entonces, si el aprendizaje parece estar en gran proporción a lo que nos interesa, lo que no es significativo, lo que nos impacta internamente? Desde luego no estoy planteando un solipsismo en el proceso de aprender, pues de hecho, aquello que reconocemos como importante lo construimos en la relación con los otros, en el marco de la sociedad y la cultura.

A este respecto puedo aventurar algunas ideas. Creo que vista así la función de enseñar se remite más a la creación de condiciones para que cada estudiante se apropie de sus expectativas e inquietudes y tenga la posibilidad de recrearlas, al ponerlas en contacto con el discurso académico, con otras formas de pensar, otras perspectivas, otros mundos posibles. De ahí deriva en parte, la importancia de plantear los programas en términos de ejes problemáticos y las implicaciones metodológicas que plantea su desarrollo. En cuanto a los temas creo que, si bien cada persona es un mundo, hay ciertos aspectos de la existencia en los que no diferimos mucho: todos de una u otra forma necesitamos reconocimiento, afecto, sentido de pertenencia, sentido de ser para otros y con otros, deseos de poder, de dominio, en fin, hay aspectos en los que los hombres somos tan humanos que pueden constituirse en la base vinculante del pensamiento, de la relación con el saber.

Casi puedo ver tu sonrisa. Estarás pensando en la ingenuidad y la prepotencia de mi análisis. En cuanto a los problemas objeto de reflexión académica, señalarás el riesgo de convertir la vida académica en una disertación individual de lo que me falta para se feliz, de los sentimentalismos y los lugares comunes que no permitan la conceptualización, el rigor y el ejercicio racional en torno a la realidad. Pues bien, te aclaro dos cosas; por un lado no planteo que los problemas sean esos, sino que toda reflexión debe poder ser articulada en esa dimensión humana, sean problemas de ciencia, de tecnología, en fin de cualquier área de la que se trate, de otro modo no se darán las condiciones para el aprendizaje, entendido como la apropiación creativa que hace el individuo de un aspecto del que puede dar cuenta en diferentes dimensiones y relaciones.

De otro lado, comparto contigo en que puede ser prepotente e ingenuo pretender ser el catalizador de esos elementos creativos sin tener en cuenta otros aspectos. Pues bien, es aquí donde retomo lo que inicialmente había señalado: el predominio en la cultura de ciertos aspectos humanos sobre el ocultamiento de otros. Aquí la experiencia de la Tres Ecologías ha sido clave y quiero compartir contigo la lectura - que muy probablemente Guattari no aceptaría – de sus ideas. Fin de la parte 1