jueves, 5 de febrero de 2009

REFLEXIONES DE UNA MAESTRA

Este documento fué escrito hace varios años a propósito del interés por pensar mi quehacer como maestra, está dirigido Federico, un estudiante real cuya trágica desaparición aún me duele. Por entonces mi interés por el psicoanálisis se iba perfilando, solo ahora al volver a leer estas lineas percibo como ya había cambiado mi percepción del mundo aunque no fuera muy conciente de ello. Por su extensión lo publico en dos partes.

Parte 1

Apreciado Federico

Retomo nuestra antigua comunicación epistolar para poder pensar esto que ha sido la aventura de enseñar humanidades, en este lugar y con los tiempos que corren. Como siempre encontrarás que tengo más dudas que certezas, más preguntas que respuestas, y probablemente más tristezas que alegrías.

¿Por qué creer que el mundo de los hombres es la historia de la alegría, de la armonía, de la ternura, siempre aplazada por obstáculos que tarde o temprano vamos a vencer con la razón, el amor o la fe? pregunté hace poco al grupo de estudiantes, que tras una acalorada discusión era a lo que parecían haber llegado. En las respuestas de muchos de mis jóvenes estudiantes de primer semestre encontré una curiosa mezcla de ilustrados y románticos con un común denominador: la idea de que la felicidad como un estado permanente es posible, la negación del dolor, la idealización de las pasiones y todo esto, de una u otra manera, atravesado por una idealización del mundo desde la exaltación del gozo.

Como sabes, una de las preocupaciones centrales en mi vida, ha sido ese aspecto del ser humano que constituye su vida interna, que parece debatirse entre los santo y lo diabólico en una extraña combinación siempre dispuesta a ocultarse, a mimetizarse de manera que los hombres cada vez que hemos intentado mirarla, apenas si hemos podido acercarnos a ella para huir dando grandes voces que se traducen en una gran parafernalia teórica que intentamos legitimar desde una supuesta objetividad y racionalidad, tras de la cual moran, frecuentemente, nuestros más inconfesables deseos.

En esta lógica he venido preguntándome por la experiencia de enseñar, de enseñar humanidades y más aún de enseñar humanidades en un momento en el que, como lo mencionaba antes, la cultura parece elevar a su máxima expresión el ocultamiento, la distorsión, el alejamiento- ya de por sí marcado- de aspectos de lo humano que nos constituyen como un gran telón dentro del cual representamos nuestra obra de existir y de existir con los otros.

A este respecto he tenido un grato reencuentro con el texto Las Tres Ecologías de Felix Guattari, en él he encontrado elementos para pensar esto que ha sido una inquietud personal. A propósito, antes de seguir adelante, quiero hacer una disgresión para comentar un aspecto importante para mi práctica y fue eso que llamo reencuentro, pues en otra oportunidad había leído el texto, sin embargo solo cuando pude poner en contacto eso que leía con una experiencia interna, con algo que se articulaba con esas inquietudes vitales, que no se anclan exclusivamente en el deber, en la intelectualidad, en la “demanda externa”, solo entonces pude comprender dimensiones profundas de la propuesta teórica que planteaba el autor y sobre todo, fue el momento en el que pude poner en obra mi creatividad intelectual y el gozo y la alegría y la pasión y el deseo es decir………. ¡pude aprender!

A estas alturas, maestro-amigo creo que ya sabes hacia donde va mi reflexión: ¿Cómo ser catalizador de estas reacciones en aquellos que durante tiempo hemos llamado “alumnos”? (¡ sin luz! En su origen etimológico), ¿Cómo enseñar? Y más aun ¿Qué es entonces enseñar? Si en gran medida aprendemos desde nuestros niveles profundos de la existencia y si, tal como parece mostrar la experiencia personal que te narro, hay una dimensión del aprendizaje en la cual el protagonista está solo con su experiencia, con su mundo con su deseo? ….. ¿Qué enseñar entonces, si el aprendizaje parece estar en gran proporción a lo que nos interesa, lo que no es significativo, lo que nos impacta internamente? Desde luego no estoy planteando un solipsismo en el proceso de aprender, pues de hecho, aquello que reconocemos como importante lo construimos en la relación con los otros, en el marco de la sociedad y la cultura.

A este respecto puedo aventurar algunas ideas. Creo que vista así la función de enseñar se remite más a la creación de condiciones para que cada estudiante se apropie de sus expectativas e inquietudes y tenga la posibilidad de recrearlas, al ponerlas en contacto con el discurso académico, con otras formas de pensar, otras perspectivas, otros mundos posibles. De ahí deriva en parte, la importancia de plantear los programas en términos de ejes problemáticos y las implicaciones metodológicas que plantea su desarrollo. En cuanto a los temas creo que, si bien cada persona es un mundo, hay ciertos aspectos de la existencia en los que no diferimos mucho: todos de una u otra forma necesitamos reconocimiento, afecto, sentido de pertenencia, sentido de ser para otros y con otros, deseos de poder, de dominio, en fin, hay aspectos en los que los hombres somos tan humanos que pueden constituirse en la base vinculante del pensamiento, de la relación con el saber.

Casi puedo ver tu sonrisa. Estarás pensando en la ingenuidad y la prepotencia de mi análisis. En cuanto a los problemas objeto de reflexión académica, señalarás el riesgo de convertir la vida académica en una disertación individual de lo que me falta para se feliz, de los sentimentalismos y los lugares comunes que no permitan la conceptualización, el rigor y el ejercicio racional en torno a la realidad. Pues bien, te aclaro dos cosas; por un lado no planteo que los problemas sean esos, sino que toda reflexión debe poder ser articulada en esa dimensión humana, sean problemas de ciencia, de tecnología, en fin de cualquier área de la que se trate, de otro modo no se darán las condiciones para el aprendizaje, entendido como la apropiación creativa que hace el individuo de un aspecto del que puede dar cuenta en diferentes dimensiones y relaciones.

De otro lado, comparto contigo en que puede ser prepotente e ingenuo pretender ser el catalizador de esos elementos creativos sin tener en cuenta otros aspectos. Pues bien, es aquí donde retomo lo que inicialmente había señalado: el predominio en la cultura de ciertos aspectos humanos sobre el ocultamiento de otros. Aquí la experiencia de la Tres Ecologías ha sido clave y quiero compartir contigo la lectura - que muy probablemente Guattari no aceptaría – de sus ideas. Fin de la parte 1

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